A las luces del temor me he levantado, para acariciar tus lágrimas y hacerlas hojas de otoño crujientes sobre la acera.
Me encuentro incógnito al no saber de tu partida, ni tu destino. Imagino que navegas entre los soles del febrero que hoy muere.
Sucumbiré a los acordes de la guitarra que duerme entre mis brazos, que fueron tuyos. Has dejado un cielo por las notas que se entonaron.
Así te dejo malvado sentimiento, para que las palabras de alguien más te encuentren y te olviden cuando corresponda.
Adiós, adiós, desde el fondo de la calle donde ya no huele a luz de día. El pernocte llega y tu olvido me ciega de todos modos.
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