Licántropo insaciable que buscas en el campo
las manos gastadas de los hombres que aman su esfuerzo.
De las mujeres que gozan sus partos y mueren por sus crías,
crías que emprenden rumbos sin retorno a tierras olvidas.
Huyen los descamisados de tus garras profanadas con sangre,
alrededor de tu aliento la humedad del bosque se entibia.
Las punas inalcanzables se ahuecan a tus pasos agigantados,
olvidas las almas de los que nacen sin corazas y comes sus casas.
Te conviertes en presa con el llanto del corajudo,
aquel que no calla cuando tu aullido las noches amenaza.
Empiezan las arengas por los defensores del trabajo
esos que aman y no dejan en el tintero la calma.
Cansados de tus acechos y descuidos en festines,
siempre abusados, atacados y descuidados.
Hoy los que levantan la frente, se abalanzan contra tu desprecio,
de depredador a licántropo azuzado.
Huye fiera asesina, con tus patas añejas y golpeadas,
retorna con tus capitales obscenos llenos de borrajas.
Caníbal a ratos y presa a momentos, ingenuo peludo
a estas tierras no regresas ni con la cola entre tacos.
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