que al recordarte se quiebran como cenizas.
Te llevo en cada paz, en cada enseñanza,
como cuando me dijiste que debía tomar tu mano y andar al sol.
Enfrentado a tus letras cruzadas y tus noticias clavadas,
amo tu humor hostil y tus cálidas manos.
Pegado a mi infancia como las gaviotas al cielo,
alegre perpetuo de mis remotos sentimientos.
Encadenado a tu paciencia,
tu bondad y tu colosal ímpetu arrollan mis sueños.
En mi orgullo tu nombre reblandece mis férreas ganas de vida.
Adolezco de tu ausencia, sin embargo te rememoro en mis oídos.
La esquina no llega aún, el recorrido no ha terminado,
todo comienza con el andar por los jardines,
beber de lo que más deseas y acariciar a quien más amas.
Las estrellas nacen al recordarte en mi silencio.
Hoy partes con mi vuelo de pasiones,
imperdibles instantes a tu regazo.
Instrúyeme amar de esa manera tan lejana y pasible,
Calma mis latidos etéreos con tu púgil vigor.
Estarás siempre en mi alma…
A José Deza, mi abuelo. Septiembre 2011.
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