No has vuelto a aparecerte por mi ventana
para robarme un color mientras duermo.
Ya ni siquiera dejas dulces en el canasto que compartíamos
en los días de retiro y silencio.
Has perdido tu sonrisa porque sé
que aún me olvidas
y retumbas en mi demencia senil.
Regresas y me desconoces por completo,
engañando tu aroma,
domando mis letras,
seduciendo mi delirio,
odiando el café.
La noche deja un polvo agrio
por donde te respiré
y ya no juegas al soñador,
ya no nada ni nado tampoco.
Cuando despierto
veo que tu aura
se disuelve y me desprecias,
me odias.
Te hará feliz saber yo también,
yo también
siento que te extraño
duende infeliz.
Publicado en noviembre del 2009
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